Monday, September 01, 2008

Incomunicados



Hoy fue un día en que nada amable sucedió.
No hubo incendios de mi piel al lado de la tuya,
sino más bien la inquietante sensación
de que en la vida que juntos transcurrimos
uno de los dos era agua
y el otro, tenaz y denso aceite.
En tiempos como éstos
las palabras abundan y cruzan de mi lado a tu lado
sin efecto y sin rastro.
De lo dicho sólo permanece el chasquido de las vocales
y las consonantes,
el sonido del lâtigo inútil,
el aire a fieras sueltas e indomables.
Múltiples argumentos
van y vienen sobre el pasillo oscuro
donde alguien cerró todas las puertas.

Sunday, August 17, 2008

La escritora de cara al milenio



...Me aterra la idea de años sin alma;
años en que el tiempo sea más importante
que el hombre y la mujer dentro del tiempo.
Sufro ante la posibilidad de que caiga el olvido
sobre la calidez sencilla
de las pequeñas felicidades cotidianas.
Que se pierda en el deslumbre de la máquina
la insuperable dulzura de la piel,
el mínimo y perfecto cosmos
transmitiendo sin mas programa
que el de la sangre en las venas,
el universo del amor, la furia,
la soledad buscando quien la libere del silencio...

(Fragmento)

Sunday, June 01, 2008

La mujer se encuentra a sí misma


El cuerpo no reclama caricias.
Se acomoda en la fuente interior.
Las ciudades, los parques,
las avenidas sombreadas del recuerdo o la imaginación
Por allá alguien toca una música melancólica,
alborotando el placer de viejos estremecimientos.
La presencia del corazón, los pulmones, el hígado,las piernas
procura una cierta mansa felicidad.
Cuantos años para esto!
Cuanto tiempo buscando
lo que estaba tan cerca.

Sunday, April 27, 2008

Secreto de mujer


A cierta hora del día
ciertos días
la noción de ser hembra
emerge como espuma
y sube hacia los contornos de mi cuerpo.

Plexo solar, muslos , brazos
se esponjan de una sensualidad
que va mucho mas allá del sexo.
El regocijo interno,
el perfecto balance del alma y el cuerpo
me pone en un aire de àguila y paloma
desde el que se me otorga percibir
la exacta redondez y tersura de las cosas.
Desde los tobillos
un efluvio circular asciende a los sentidos
como si habitada por el antiguo poder de lo femenino
dejara de ser yo material y limitada
para transmutarme en el ala del ave
que, tensando los mùsculos,
vuela íngrima y absorta hacia el sol.
¿Quién dijo que soy débil?
¿Quién se atrevió a compadecerme?
En esos momentos
del impùdico goce de saber qué soy
pienso que debería, por decoro, taparme el rostro
el brillo sostenido, directo, de los ojos
para que ni los hombres,
ni los animales domésticos del vecindario
intuyendo mi olor a pájara o semilla germinada
salieran en pos de mí
queriendo poseer la escencia de mi fuerza.
Como toda mujer se precia de serlo
cierro con un candado de llaves imposibles
la secreta noción de mi poder
y aparezco ante los demás
sin delatarme

Sunday, February 03, 2008

Receta de varon


No importa si no es hermoso
-la fealdad en el hombre
puede despertar ciertos atávicos instintos femeninos –
pero es esencial que el pecho sea acogedor
y que los brazos ofrezcan la promesa
de abrazos apretados y tiernos.
Vello en el cuerpo o no,
es cuestión de gustos.
Personalmente los prefiero
tapizados,
con espacios de sombras oscuras
suaves al tacto,
y capaces de llenar el olfato
con el olor del día a flor de piel.
La cintura que se defina, por favor;
que no le sobre, ni le falte,
que no acuse el descuido del dueño,
mas que en ciertas épocas permisibles
donde unas libritas demás,
son sólo testimonio de amables libaciones.
Las manos son definitivas:
deben saber detener la cabeza de la mujer
con el celo con que el marinero escatima al viento
la única lámpara de aceite en medio de la tormenta;
ser ágiles como pájaros o cabras de monte,
capaces de la forja del hierro, la lágrima,
de esculpir los intrincados artesonados del placer.
Las piernas también son importantes
pero les perdonamos las torceduras,
lo tosco, las imperfecciones,
si al encontrarnos con la boca
vemos una sonrisa en la que poder confiar
y unos ojos que nos aseguren la mañana.
La espalda masculina debe ser extensa
como una pradera por donde puedan pasear los búfalos
y los heliotropos,
y es fundamental que en las caderas
se alcen dos colinas
inequívocas, sólidas,
que se nos queden prendidas en la memoria
cuando el hombre se vuelva para marcharse,
alejándose en la noche.
La voz que resuene con vibraciones de bajo
pero que sepa modular
la tensa y dulce melancolía del acordeón,
lamentando el fin de la luna en la ventana.
El hombre, al fin,
ese mítico animal
que reinventa siglo tras siglo
las quimeras que pueblan las obsesiones femeninas,
habrá de conservar,
-perdida la absoluta hegemonía –
todas aquellas cosas
galantes, fuertes, acogedoras,
que, a pesar de todos los pesares,
lo mantienen sólidamente anclado,
en el profundo, incansable mar,
de las hembras.